"Ella tenía un no sé qué, que sin darme cuenta, le abrí mi corazón y entró en mí para toda la vida"
Conocí a Elina hace aproximadamente 38 años.
Estaba pasando por un mal momento por una pérdida muy grande a raíz de un embarazo ectópico, estuve al borde de la muerte. Desde ese momento sentí necesidad de acercarme a Dios para profundizar en mi Fe y darle gracias por preservarme con vida, ya que, tenía 6 hijos pequeños, al año y medio nació mi hija menor Mercedes.
Una gran amiga viendo mi necesidad de Dios, me llevó a un Retiro Espiritual del Opus Dei en la localidad de Pérez cerca de Rosario. Fue allí donde se acercó Elina para hablar conmigo. Ella tenía un no sé qué, que sin darme cuenta, le abrí mi corazón y entró en mi para toda la vida, en estos momentos, de solo pensar y recordar, no hago más que llorar.
Elina siempre te escuchaba, tenía la palabra justa para todo, buscaba lo positivo y te hacía reír, aliviaba mis penas.... que a lo largo de la vida fueron muchas y muy difíciles...
Fue una gran consejera, un gran apóstol, te enseñaba, te cuidaba, todo con la más absoluta libertad. Era uno quien decidía. Recuerdo una frase suya "María Elena, si no crees no pasa nada, pero si crees en Dios todo cambia" me quedó grabada para toda la vida y marcó mi camino.
Elina tenía la alegría de saberse hija de Dios al igual que muchas otras que conocí y siempre deseé poder alcanzar esa alegría que sale de los ojos, de la sonrisa, además, en ella, iba acompañada de mucha picardía.
Durante todos esos años fuimos cultivando una gran amistad, no siempre coincidimos en el lugar de vida, a veces sí, y otras eran encuentros fortuitos pero siempre ella sabía de mí y yo de ella y siempre con total naturalidad como si hubiéramos estado juntas.
En los últimos años nos encontramos definitivamente en Buenos Aires para retomar nuestros encuentros semanales o cada 15 días según nuestra necesidad. Siempre la pasaba a buscar por su casa en la calle Austria, me hacía subir a la capilla, allí venía por mi y con voz cariñosa y fuerte se dirigía al Sagrario para pedir al Señor por mi, a veces lo retaba un "poquito" para que me aliviara y ayudara ..."basta de tantas cosas!"... me sorprendía por su naturalidad para hablarle, me hacía reír, yo salía reconfortada y muy contenta con Elina a tomar un cafecito. Primero y más extendido hablaba yo, luego ella me contaba cosas y me pedía absoluta reserva.
Pasado un tiempo me llamó para decirme que tenía que darme una noticia que no podía dar por teléfono, tuve alguna intuición así que la invité a almorzar.
La busqué como siempre en su casa, una vez sentadas y el pedido hecho, mirándome a los ojos me dijo "María Elena, tengo cáncer en el pulmón" se llenaron sus ojos de lágrimas retenidas, qué tristeza, solo atiné a sostener sus manos y decirle sos humana podés llorar, es lógico que sientas angustia pero no dejes que te gane y pierdas esa alegría que tenés, viví como si no estuvieras enterada hasta el último día. ¡Qué fácil decirlo y qué difícil hacerlo! pero ella lo logró, tenía a Dios de su lado y la contención de los sacerdotes, numerarias, supernumerarias, cooperadoras y tantas amigas que la queríamos con toda el alma.
Me comentó que le iban a hacer, dada su edad, un tratamiento no tan agresivo que ella aceptó.
En nuestros nuevos encuentros me iba contando de los consejos y conversaciones con los sacerdotes, le impactó mucho uno que le dijo "Elina, tenés que hacerte amiga de tu enfermedad". En el transcurso del tiempo me iba diciendo "estoy tratando de amigarme con mi enfermedad, en otra ocasión, ya me estoy haciendo amiga del cáncer, ya soy amiga de mi enfermedad". Nunca noté que perdiera su alegría, su picardía, siempre bien puesta aunque ya no se teñía el pelo.... su primera pregunta "¿Cómo estoy, cómo me ves?" cambió el café o licuado por un helado de cucurucho, ¡Cómo le gustaba! se reía.
Yo iba a verla para sostenerla, acompañarla, distraerla, que me contara sus sentimientos del momento, como si fuera su hermana (los de ella vivían lejos) y siempre me encontraba hablando de mí, no sé cómo se las ingeniaba para que así fuera, Elina tenía el Amor de la donación, se daba totalmente al otro pero se dejaba mimar y ser querida.
La pandemia nos jugó una mala pasada ya no podíamos vernos, nos mantuvimos en comunicación por whatsapp, me enviaba meditaciones sobre diferentes temas y yo fotos, mensajes lindos, música, videos de la Bella Italia, le preguntaba cosas, siempre respondía.
En ese entonces no había permiso para circular y no podía venir desde San Isidro. Llegó la oportunidad de volvernos a encontrar en Austria en un patio al aire libre o en una sala con barbijo, esa era la condición. La cuidaban mucho para preservarla del Covid y estaban pendientes de lo que necesitara. Eso sí, Elina traía personalmente las dos tazas de té o café, yo llevaba los sandwich de roquefort que tanto le gustaban y algo dulce. A veces nos sacábamos el barbijo para no asfixiarnos de tanto que conversábamos, si sentíamos un ruido de que alguien venía, no nos daban las manos para ponerlo de vuelta. Nos reíamos mucho de nuestras trampas.
Llegó el momento de mucho dolor físico, descompensaciones y la internaron.
Volvía a su casa y así sucesivamente. Fui a verla, me dijo "ya estoy en la carrera" como si nada pasara. La volvieron a internar, esta vez por más días, pensé que no la volvería a ver, le envié unos whatsapp por si se recuperaba y alguien se los leía.
Recibí respuesta: "Sos divina que ganas de verte. Cuando vienes esta semana. O la otra. Pero ya fijamos fecha. Y con shampoo, no? Qué te parece el viernes 5 a las 17:00, brindamos y charlamos tranqui. Venite linda, Y disfrutamos. Beso."
El viernes llegué puntual con todo lo pedido. Entré, me esperaba vestida y sentada en una silla, me presentó con mucho humor su "equipaje" o "valija" (el carro con los tubos de oxígeno) Vino a saludarme María José Velasco Suárez, le mostré que traía de contrabando la botella chica de "Shampoo" envuelta en diario para que nadie la viera y le pedí 2 copas de champagne. Nos pusimos a conversar y me dijo tengo cosas muy lindas para contarte: "Estoy llena del Espíritu Santo, desde que abracé la cruz y la amé, me llené del Espíritu Santo" estaba exultante. Brindamos por ello.
Después hizo un repaso de su vida en Uruguay, Chile, su ingreso al Opus Dei, su mejor elección en la vida. Se puso a cantar tango recordando que en su juventud y casa paterna tenían una sala muy grande con piano y ella tocaba tangos. Le dije, si vos cantás, yo bailo, así hice sin importar el espacio reducido, me llevé por delante su "valija", cama y sillas, cómo nos reíamos, ¡Fuimos muy felices!
Gracias Elina por todas tus ayudas, por ser mi amiga y consejera, por todo lo que rezaste por mí, por permitir que me despidiera de ti como si estuviéramos en una fiesta, siempre facilitando las cosas, trataré de cumplir lo que siempre me pediste y de ir derechito, derechito al cielo como me decías... Te quiero y extraño querida amiga!!
María Elena Orrico